Como señalaba en el blog anterior, estamos sufriendo una escasez de sentido común.
Esta pérdida no ha sido repentina, aunque la pandemia de COVID del 2020, o mejor dicho, la Idiotemia, nos aceleró los síntomas. ¿A qué me refiero con el comentario anterior?
Desde la epidemia de la mal llamada gripe española, que no era española, ni por asomo ya que el primer caso, el llamado paciente O, fue detectado en Fort Riley, Kansas, en 1918, y la gripe se esparció por los campamentos militares como polvorín, existió una falta de raciocinio importante con la denominación de esta gripe.
La razón por la cual la llamaban fiebre española era porque la censura de la prensa de los aliados y de Estados Unidos, durante la primera guerra mundial, hacía imposible para el resto del mundo saber nada sobre la epidemia. Europa se volcó a los periódicos españoles para saber noticias sobre la enfermedad, y por ese motivo, algún malinchista europeo o americano decidió bautizarla como “fiebre española” y sugerir que la causa de la epidemia era España.
Policías llevando mascarillas que les dio la Cruz Roja en 1918 en Seattle. Cortesía Wikimedia Commons
Ya allí perdimos a nuestro querido amigo, el sentido común, pues España fue víctima y pregonera de noticias, no causante de tal mal, pero pocos han tratado de poner las cosas en claro. Con la pandemia de COVID del 2020, la cosa empeoró.
Doctores sin título, ni conocimiento de medicina, opinaban sobre las vacunas; las redes sociales atacaban a los gobiernos que, si bien es cierto no sabían bien lo que hacían, pues NADIE conocía los síntomas, orígenes, ni qué hacer con el Coronavirus II, trataron de implementar medidas racionales para evitar muertes, lo cual, en sí, es un síntoma de sentido común.
El surfista ocasional de la Web se convirtió e n maestro de la investigación médica, y además objetor de conciencia sobre las obligadas mascarillas, olvidando que tanto en Japón como en China y en otros países asiáticos, el uso de mascarillas en la calle es corriente, y su objetivo es proteger al vecino, más que a ti mismo, de tus propios virus.
Pero este, querido lector, no es el ejemplo al que me refería, sino que un pequeño entremés que ilustra cuán sinsentido y poco razonables pueden ser los políticos, en este caso, me refiero a los de Estados Unidos.
Las leyes sobre igualdad de las mujeres, como ciudadanas del país allende México, no están contempladas en la constitución estadounidense, lo cual implica que las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres en Gringolandia. Parece mentira, pero desafortunadamente es así: las mujeres en Estados Unidos no tienen, ante la ley, los mismos derechos que los hombres. Por ejemplo, los seguros tienen que pagar Viagra para los hombres; pero no anticonceptivos para las mujeres. En el Congreso de los vecinos del Norte, hay 28% de mujeres frente a 72% de hombres, y aquellas mujeres que trabajan en la gran economía estadounidense, cobran solamente el 83% de la paga, comparado con el sueldo de los hombres.
Tal vez por ese motivo, Estados Unidos tiene un ranking de 44 en el índice de igualdad frente a las mujeres. Dinamarca, Noruega y Suiza son los países mejores ranqueados en los índices de igualdad.
En Guatemala, existen leyes que promueven la igualdad de género (el marco legal de protección para la mujer es considerado arriba del 83.3%, lo cual es alto). El problema es la implementación de las leyes. En efecto, Guatemala hizo posible que las mujeres se divorciaran en 1871, con la revolución liberal, mucho antes que Estados Unidos, España y otros países de Europa.
Nuestras mujeres han participado en la vida política y cultural de nuestra patria, aunque poco se les celebre por ello. En efecto, María Josefa García Granados y Dolores Bedoya de Molina actuaron como próceres de la independencia, habiendo obtenido escaso reconocimiento por su servicio a Guatemala. Cristina García Granados, Anita Arce, y María Barrios, así mismo, salieron a las calles para protestar contra los opresores (es decir contra el gobierno colonial).
En literatura, nuestras mujeres, Sor Juana de Maldonado, Vicenta Parra de la Cerda, Jesús Laparra, Rafaela del Águila, Pilar Larrave, y nuestra Pepita, contribuyeron a la literatura guatemalteca con magníficos textos que son prácticamente desconocidas, ya que sus obras literarias no han tenido difusión.
Si Don Sentido Común no estuviera en la Morgue, dormitando, sería lógico pensar que, si las mujeres constituimos el 52% de la población mundial, debiera haber tantas mujeres como hombres ocupando los espacios políticos y culturales de sus países de origen (y recibiendo el debido reconocimiento por ello).
La realidad es otra. Durante la mencionada pandemia, con la que empezamos este Blog, los tres países que tuvieron mejores resultados en combatir el COVID e implementaron medidas más eficaces fueron: Nueva Zelanda, Taiwan, y Alemania, liderados por tres mujeres: Jacinta Ardner, Tsai In Weng y Angela Merkel, respectivamente.
Ninguna de ellas sigue a cargo de los destinos de su patria.
Increíble… ¿verdad?
Seguirá en el próximo blog…
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